sábado, 6 de marzo de 2010

Voy en autobús, es lunes; uno más. Soy una chica, 17 años, pelo normal, altura normal, carácter normal, ¿y qué puedo decir? existencia normal. Voy sentada en el último asiento, junto a un hombre corpulento y calvo que escucha música. “Rock”, pienso. Se oye el acompañamiento de batería y guitarra. ¿Por qué la gente nunca se para a escuchar el silencio? Solamente suben el volumen, evitándolo, como si el no tener ninguna distracción pudiera hacer que pensasen demasiado.
No estoy triste, tampoco especialmente contenta, observo los grises nubarrones que llenan el cielo a través de las ventanas empañadas. Son las nueve de la noche, vuelvo de francés en autobús, línea 53, desde el centro hasta Vía Hispanidad. Hay tráfico, ¿será que la gente ya barrunta la tormenta? Estamos en mayo,¿era ahora cuando tocaba nevar, o quizás llover, hacer calor...?Quién sabe, ya nadie puede dar nada por seguro en relación al clima.
Sigo mirando por la ventana; una mujer mira al cielo, coge su paraguas y lo abre. En ese momento, como ya hicieron los romanos hace más de dos mil años, temo que el cielo caiga sobre nuestras cabezas. Se oye un estruendo, un rayo, comienzan a caer pequeñas gotas de agua. En menos de un minuto grandes gotas pasan a formar parte de las inmensas lagunas que separan los cruces de los bordillos y que hacen intransitables algunos tramos de la acera. “Que pereza” pienso. El autobús está lleno, gente húmeda y sudorosa se aprieta en el interior del vehículo. Unos altos otros bajos, mujeres, hombres, niños y ancianos...Pero todos con una misma intención, huir de la lluvia. Voy cómoda ¿por qué tengo que bajar? Estoy sentada, seca y tranquila. Cada vez que se abre la puerta se oye un estruendo, el choque de millones de gotas contra las ennegrecidas losas de suelo, todas al mismo tiempo.
Pero total, ¿Qué puedo hacer? es tarde, mis padres estarán preocupados. Pienso en llegar hasta el final de la ruta y no bajar hasta que no pare de llover, es una locura. Me levanto, presiono el botón de parada y me intento abrir paso entre la gente. Llego a la puerta; una fina capa de cristal que me separa del caos, del frío, del agua, del estallido de la naturaleza. Las puertas se abren, respiro hondo, doy un paso al frente y bajo a la calle.
Un ruido atronador se apodera de mí. Sólo estamos la lluvia y yo. Estoy a pocos pasos de mi casa. Comienzo a correr. La lluvia me cala la ropa, pero no me importa, ya no puedo parar, miro hacia delante, miro al suelo… da igual, solo veo agua. De repente, no se la razón, comienzo a reír. Una carcajada trepa por mi garganta, y una sonrisa se escapa por mis sorprendidos labios. Me estoy riendo sola, me avergüenzo, miro hacia los lados para asegurarme de que nadie me ha visto, no hay nadie por la calle, ni un alma; me tranquilizo. Me relajo y dejo que mis sentimientos afloren, una extraña sensación de alegría se apodera de mí. No puedo parar de reír. Salto, piso charcos, no puedo parar. El semáforo se pone en rojo, pero no importa, corro más rápido y logro cruzar antes de que arranque el coche. El conductor me mira desde su interior, se compadece, lo noto, parece que quiera decir: “pobre chiquilla sola y sin un paraguas” “¿quién quiere un paraguas?” pienso ¡me siento más viva que nunca!
Me cruzo con una mujer, lleva una bolsa de plástico en la cabeza que le cubre el pelo en un intento fallido de mantener intacta su permanente. Sigo corriendo, ya no queda nada, pero cada vez mi alegría es mayor., es una emoción que me recorre desde el estómago hasta las puntas de los dedos, como una gran explosión de energía. Llego al portal de mi casa. Una pareja mira la lluvia desde dentro, y yo no puedo parar de reír. Es una extraña sensación, estupenda, fantástica, maravillosa. Quiero volver a salir a la lluvia, pero en cuanto entro al portal vuelvo a verlo todo lejano, ruidoso, molesto, mojado. Subo las escaleras, la energía se ha agotado de repente, pero sigo sonriendo.
Llego a casa, dejo las zapatillas en el recibidor. Y avanzo descalza hasta mi habitación, llevo todo el pelo mojado pero no me importa. Entonces pienso en toda la gente que no tiene agua ni para beber; la que para ver una pequeña llovizna tiene que esperara varios meses. Eso me lleva también a ver el caso contrario, esa gente que sufre grandes riadas anuales, ellos no tiene una casa cálida y seca en la que guarecerse del temporal. Todo está mojado lleno de suciedad, de miseria, de muerte.
Finalmente me asomo a la ventana. A través del cristal veo a una mujer, lleva unos altos tacones que la hacen parecer inalcanzable, esta hablando por el móvil y lleva un maletín y un paraguas. Pisa un charco, la oigo maldecir desde mi ventana...suspiro. El mundo no ha cambiado nada mientras yo corría bajo la lluvia, todo sigue como siempre, demasiado normal y quizás sea ese el problema.





I'm singing in the rain
Just singing in the rain
What a glorious feelin'
I'm happy again
I'm laughing at clouds
So dark up above
The sun's in my heart
And I'm ready for love
Let the stormy clouds chase
Everyone from the place
Come on with the rain
I've a smile on my face
I walk down the lane
With a happy refrain
Just singin',
Singin' in the rain

1 comentario:

  1. Fantástica.
    Ayer en la parada del bus, esperaba a mi padre (no es que mi padre sea conductor, es que llovía y me refugié allí) Pasaron tres chicas con taconazos y tres chicos babeantes. Yo que me había pasado 1 hora allí, viendo los relámpagos y escuchando los truenos sentía paz. No tenía frío, no me mojaba, pero sentía paz.
    Siento paz cuando escribo.
    ¿Y tú?

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Es mejor arrepentirse por lo que has dicho que por lo que no... :)