lunes, 20 de diciembre de 2010

Espíritu navideño.

Debo reconocer que me siento bastante frustrada y decepcionada. Tras años y años siendo testigo de la emisión repetida de los mismos anuncios al menos esperaba un sencillo “Vuelve a casa vuelveeeee… por Navidadaaaad…” cuando mi madre me vino a buscar a la estación de tren. Y es que la consabida musiquilla tampoco sonó cuando entramos en casa y mi padre nos esperaba (sonriente, eso sí) al otro lado de la puerta. Debo reconocer, sin embargo, que no es mi primer desengaño publicitario ya que yo era de las que cada curso esperaba que, como en el caso del turrón de este año, El Corte Inglés me animara la entrada al colegio en septiembre con aquel típico “ Volver a empezaaaaar otra vez, pa pa pa papara, volver a estrenaaaaaar zapatos y librooosss….”.En fin, debo admitir que por este, y por otros pequeños detalles, mi “espíritu navideño” se está esfumando entre espumillones raídos y luces chirriantes.


Resulta que a pesar de no ser creyente ni practicante de ninguna religión (mucho menos la católica) soy yo la encargada de decorar la casa con los adornos típicos de estas fechas “tan señaladas”. Supongo que será porque me recuerda a mi infancia y porque en el fondo me gusta seguir creyendo en historietas de magia y novelillas… El caso es que este año me ha supuesto mucho esfuerzo controlar mis ansias de colocar al herrero en el portal y es que, al fin y al cabo, los empresarios son los más admirados por todos hoy en día. También me ha parecido apropiado poner al niño Jesús en el riachuelo (en plan nadador precoz) y a los camellos traficando con la castañera. Supongo que la mirada indiferente de mi abuelo desde el sofá me ha convencido para ponerlo todo en su sitio, siguiendo la tradición, como siempre. Tal vez al año que viene haya más suerte y me sienta más libre para representar mi propio best seller en esa escenografía; al fin y al cabo la Biblia ya tiene unos cuantos añitos y está algo pasada de moda.





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