sábado, 26 de febrero de 2011

Me pones.

Lo que más me gustaba de ella era cuando se le incendiaban los ojos. Solía ser una chica segura, independiente, risueña, inteligente... era perfecta. Pero lo que más me atraía de ella era precisamente su capacidad para deshacerse de esa máscara de perfección. Se rompía y se incendiaba bajo el tacto de mis manos.

Sus ojos, más rasgados de lo normal, y su boca entreabierta conseguían hechizarme. Lo mejor de todo era que sólo yo sabía prender su mecha y rasgar la máscara...

O al menos eso pensaba.

6 comentarios:

  1. Cómo me gustan los ojos incendiados...Esa fiebre única.

    ResponderEliminar
  2. Cometemos el error en el momento en el que noslo creemos.

    Un beso

    ResponderEliminar
  3. creo que las máscaras no están hechas para destaparlas, si no para entenderlas o, en todo caso, ingnorarlas. Aunque por otra parte, una máscara puede significar unión, aunque bajo otros aspectos de la que describe tu pequeño relato

    saludos

    ResponderEliminar
  4. Me encanta la duda plantada del final.
    Un abrazo,
    Alejo Z.

    ResponderEliminar

Es mejor arrepentirse por lo que has dicho que por lo que no... :)